
Imagen de: BBC
Muy Personalmente
Una Columna de Aldo Salvador
Hablamos de que la Primera Guerra Mundial o la Gran Guerra ha sido uno de los eventos históricos que ha marcado la historia de la humanidad. Enfrentamiento que desencadenara la muerte de millones de vidas ante este conflicto armado que durara cuatro años y unos cuantos meses (1914-1918). Pero como la raza humana no deja de sorprendernos, si hubo una vez que la Navidad cesó el intercambio de pólvora por un intercambio de pases de balón. Sería una Nochebuena de 1914, a pocos meses de haber empezado la Gran Guerra, cuando los británicos desde sus trincheras, a unos cuantos metros de sus contrincantes los alemanes, empezaron a escucharles cantar villancicos, hecho que años más tarde confirmara el soldado británico Marmaduke Walkinton, quien fue testigo de esta célebre efeméride y quien también expresa que aquella especial noche un representante de los militares alemanes alzó la voz diciendo: Mañana no disparen, nosotros no dispararemos. Tales actos que en principio provocaron la desconfianza entre los integrantes de la Triple Entente, quienes pensaron que se trataba de una trampa; sin embargo, ese sentimiento fue desapareciendo cuando el bando contrario empezó a salir encendiendo unas fogatas y sentándose alrededor para empezar un concierto. Poco a poco la armonía y fraternidad fue blindando aquella hostil contienda.
La mañana siguiente, ambas tropas paulatinamente fueron asomando sus cabezas de las largas trincheras para posteriormente empezar a estrechar sus manos unos con otros, compartir palabras y darse cuenta de que no eran tan diferentes entre sí, pues varios compartían la misma edad (algunos de 18 o 19 años), así como el anhelo de ver a sus familias, y más ante el presagio equívoco de que la guerra terminaría antes de esa fecha. Se dice que aquel inesperado encuentro resultó en un gran intercambio de chocolates, whisky, pasteles, galletas y cigarrillos. Puede que quizá uno de los momentos más emblemáticos de la reunión fue un famoso juego de futbol, que con el paso del tiempo ha cobrado más veracidad su existencia con la aparición de documentos y fotografías que ratifican el hecho. Mucho se habla de un juego informal de unos cuantos pases; otra idea apunta a que fueron alrededor de 200 soldados los que participaron y que incluso hicieron la portería con unos sombreros. Algunos altos mandos no muy de acuerdo, pero cedieron ante la reunión que probablemente demostraba que el enemigo finalmente no era tan villano como creían, pero tenían que seguir órdenes.
Debo decir, muy personalmente, que al inmiscuirme en esta significativa historia me hace pensar que quizá ocurre algo no tan lejano hoy día, “sin guerra”, cien años y una década después: ¿Cuantxs no van apuntando a quienes no conocen sin saber lo que hay detrás o lo parecidxs que son? Y no precisamente con armas, sino con el dedo índice o la mirada, ¿no?
La Navidad une y todo parece apuntar que el futbol también, y vaya que más allá de bandos, nacionalidades o intereses, pues si bien la guerra no se detuvo para siempre, fue este hecho el que demostró que son esas cosas a las que les adjudicamos una carga emocional fuerte, significativa y llena de humanidad que nos hace ser precisamente eso, humanos con sentimientos y ávidos de calidez.