
Imagen de: Festival Internacional de Cine de Morelia
Muy Personalmente
Una columna de Aldo Salvador
En abril de 1961, una revista de nombre Nuevo Cine sería la encargada de hacer notar la urgencia por la formación de nuevxs cineastas de manera profesional en un instituto en nuestro país, la cual tuvo como respuesta el nacimiento de la Filmoteca de la UNAM y el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (hoy, Escuela Nacional de Artes Cinematográficas), además de otras buenas hazañas como el impulso a que se contaran nuevas historias, que en gran medida en sus inicios fueron inspiradas de la Nueva Ola Francesa, movimiento que hacía lo propio apostándole a contar historias con otras técnicas fílmicas alejadas de las habituales, logrando un vanguardista cine de autor. Con el paso de los años, el ahora llamado cine independiente mexicano se ha mantenido en constante movimiento; hemos visto pasar cientos de películas que han desfilado fuera de los grandes estudios con estratosféricos financiamientos, como se acostumbra en las películas comerciales.
Bajo mi propia definición, muy personalmente, defino el cine independiente, nuestro cine independiente, como el arte de enmarcar otros enfoques, otros mundos, otras historias con las que nos podamos identificar, esas que suceden en el transcurrir de los días, en el caos de la inestabilidad, en la monotonía de una vida ajena, en la denuncia a una injusticia, en el duelo de una pérdida física o emocional o en la sencillez de vivir el ahora. En efecto, estas mismas cintas pueden apostar por ritmos y técnicas no tan convencionales que suman más originalidad a la obra.
En esta ocasión, me gustaría citar a una muestra de esta corriente en nuestro país, Los insólitos peces gato, a nada de cumplir 12 años de su estreno. Dirigida y escrita por Claudia Sainte-Luce, quien nos regala una conmovedora, verdadera, alegre y profunda historia sobre la soledad, la familia, la enfermedad y el duelo; todo esto plasmado en Martha, una madre enferma de VIH quien ve su vida deteriorarse poco a poco, y Claudia, una mujer atrapada en la monotonía y la soledad. Ambas, por azares del destino, logran toparse camilla con camilla en un hospital y empiezan a crear un vínculo que cada vez se va haciendo más fuerte, hasta que una se va haciendo parte de la vida de la otra. Claudia, parece por fin haber encontrado un motivo en la vida, mientras que Martha, otra compañía y un hombro en el cual recostarse. Alrededor de ellas podemos observar a otros personajes que también tejen la trama, llenándola de nostalgia, comedia y dinamismo, teniendo como base una familia primordialmente dominada por mujeres, lo que hace más enriquecedor su lenguaje.
En sus actuaciones, Lisa Owen (Martha), rinde una MasterClass de actuación como primera actriz y Ximena Ayala (Claudia) brilla por su naturalidad histriónica, acompañadas de un elenco poco visto y en sus primeros pasos (como suele optar el cine independiente): Sonia Franco, Wendy Guillén y más, quienes dan una extraordinaria réplica a las antes mencionadas.
Este filme, así como otras obras independientes más, nos deja saber que México tiene historias por contar, fuera de clichés o arquetipos desgastados, atendiendo a un público inteligente ávido de otros universos que a veces no resultan tan ajenos y que permiten pensar, interpretar o sencillamente sentir.